Filosofía europea en tiempos de coronavirus (I)
Sergio De Zubiría Samper
Profesor Departamento de Filosofía
Universidad de los Andes
Profesor-Investigador del Doctorado en Bioética
Universidad El Bosque
La metáfora clásica de Hegel "la filosofía como el Búho de Minerva sólo emprende su vuelo en el atardecer", ha tenido diversas interpretaciones, pero tal vez, la lectura dominante le otorga a la reflexión filosófica la temporalidad de lo acaecido, del pasado y el presente, pero no del porvenir. Su tarea es la comprensión del horizonte de una época histórica pretérita; su desafío es elevar a concepto el espíritu de una época. Actualmente esa perspectiva unilateral, que limita su actividad al despliegue comprensivo de lo sucedido, podría ser interpretada como un síntoma de envejecimiento.
Kant no solo logra realizar, en diez párrafos, el diagnóstico más profundo de la época de la Ilustración, sino dedica grandes esfuerzos a crear las bases futuras para una paz cosmopolita y perpetua. Marx concluye el análisis de la filosofía de su época exigiendo, exhortando, como aún lo acompaña en su tumba en el cementerio de Londres: "Los filósofos sólo han interpretado el mundo de diversas maneras, de lo que se trata es de transformarlo".
La filosofía europea contemporánea experimenta un momento de urgencia y perplejidad, ya anticipado profundamente por Husserl en la década del treinta del siglo XX, como acostumbraba a evocar el filósofo colombiano Guillermo Hoyos Vázquez. La conferencia de Viena del pensador alemán, intitulada "La filosofía en la crisis de la humanidad europea" (1935), cierra con frases devastadoras:
La crisis de la existencia europea tiene solamente dos salidas: o la decadencia de Europa en un distanciamiento de su propio sentido racional de la vida, el hundimiento en la hostilidad al espíritu y en la barbarie, o el renacimiento de Europa por el espíritu de la filosofía mediante un heroísmo de la razón que triunfe definitivamente sobre el naturalismo. El peligro más grande que amenaza a Europa es el cansancio.
Es triste constatar que el cuidado del mundo se le entregó al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, no a la filosofía como lo había pretendido hace siglos ya Platón y con angustia lo hace Husserl en su testamento intelectual. Europa traicionó sus orígenes al darle la espalda a la filosofía, como lo afirma este último. No existe un Parlamento o una Organización Mundial de la Salud del pensamiento reflexivo y crítico, pero si cientos de organizaciones internacionales dedicadas a defender las furias del interés particular. instituciones que según los análisis de P. Loungani, solo aciertan el 10% de sus predicciones, como lo mostró la crisis capitalista del 2008.
El presente escrito pretende evaluar sucintamente algunas de las producciones filosóficas recientes en el ámbito europeo sobre la "crisis" actual producida por el covid-19 y subrayar que se trata de ejercicios individuales, por momentos bastante solitarios, que no constituyen aún escuelas o tradiciones colectivas de pensamiento. Tal vez, también allí se encuentra en parte una de las manifestaciones de nuestra actual patología social. Hemos seleccionado intencionalmente algunos pensadores de Italia, España, Alemania, Eslovenia, países donde la dramática situación exige la interpelación filosófica. Nos reservamos para próximos trabajos la evaluación de la producción filosófica en clave latinoamericana.
Posibles consensos en una incertidumbre expansiva
Uno de los méritos del filósofo italiano Giorgio Agamben es la prontitud con que anuncia los posibles peligros del covid-19, cuando hacia el 26 de febrero publica su breve artículo titulado en español "La invención de una pandemia". A partir de ese momento en las aguas calmas de la "normalidad" empezó la tormenta periodística ("infodemia"), hasta tal punto que actualmente se habla maniqueamente del "traspié" Agamben.
Sus advertencias son razonables y el argumento reactivo es plenamente "realista": no puede ser una "invención" porque la pandemia "si existe" y no se trata de una gripe "normal". La primera admonición es la posibilidad de que el discurso sobre la epidemia se instale en la "tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno". De esta tendencia exponencial ya W. Benjamin y M. Foucault nos han hecho análisis incuestionables. La segunda advertencia es el uso político y social del "miedo" y la "seguridad" como dispositivos para sacrificar la libertad en nombre de las "razones de seguridad" y convertir la "vida" en "mera supervivencia". Solo basta recordar el libro de Z. Bauman sobre "El miedo líquido" desplegando la idea aristotélica del miedo hasta nuestros días. El tercer aviso es acentuar la preocupación no tanto o no solo en el presente, sino en "lo que sigue". Experimentamos un mundo donde la historia no "perdonará ninguna certeza" y la incertidumbre es expansiva. Nadie tiene certeza del porvenir, pero se presentarán transformaciones substanciales.
Esta tercera advertencia de Agamben abre el posible primer consenso del debate filosófico europeo. Al día siguiente, el 27 de febrero, el pensador esloveno S. Zizek, insinúa que "el mundo ya nunca será como lo conocíamos" y que otro virus nos infectará como consecuencia: "el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del Estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global". La filósofa argentina, Esther Díaz, remitiendo a Nietzsche con su "transvaloración de todos los valores", considera que existen serios síntomas que "va a producirse un cambio absoluto de los valores". Con diferentes tonalidades, profundidades y diagnósticos de sus causas, los filósofos europeos postulan un posible consenso: el mundo que se abre luego del covid-19 será muy distinto del que dominó hasta enero de 2020. El carácter global de la crisis contiene necesariamente una mayor intensidad y rapidez de las transformaciones. La filósofa J. Butler lo denomina "un nuevo reconocimiento de nuestra interdependencia global durante el nuevo tiempo y espacio que impone la pandemia".
El segundo acuerdo es la necesidad de afinar el sentido de la historia europea. La experiencia histórica occidental son las guerras, la maldad, la violencia, la destrucción, el colonialismo, el racismo, el patriarcado, la enfermedad, las catástrofes, los campos de exterminio, etc. No tenemos un pasado idílico desde la expulsión del "paraíso". Dos sentencias de W. Benjamin ilustran esta autoconciencia histórica: "todo documento de cultura es siempre al mismo tiempo un documento de barbarie" y "la tradición de los oprimidos nos enseña que el "estado de excepción" en el que vivimos es la regla". Por ello, Zizek reitera "Y no estamos lidiando solo con amenazas virales: otras catástrofes se avecinan en el horizonte o ya están ocurriendo: sequías, olas de calor, tormentas masivas, etc.".
El gran historiador F. Braudel inicia sus tomos sobre la historia universal recurriendo a esa parte "oscura y fuera de la conciencia clara de los hombres", esa potencia biológica que empuja a todos los seres vivos a reproducirse: "No faltan las maneras y ocasiones de restablecer el equilibrio: penurias, escaseces, carestías, duras condiciones de la vida diaria, guerras y, finalmente, una larga sucesión de enfermedades. Actualmente aún están presentes; ayer eran auténticas plagas apocalípticas: la peste con sus epidemias regulares, que no abandonará Europa hasta el siglo XVIII, el tifus que, con la llegada del invierno, bloqueará a Napoleón con su ejército en pleno corazón de Rusia; la fiebre tifoidea y la viruela, enfermedades endémicas; la tuberculosis, que pronto hará acto de presencia en el campo y que, en el siglo XIX, inunda las ciudades y se convierte en el mal romántico por excelencia; y, finalmente, las enfermedades venéreas, la sífilis que renace o, mejor dicho, que se propaga debido a la combinación de diferentes especies microbianas tras el descubrimiento de América".
El tercer posible consenso remiteal cuestionamiento del modelo social y económico actual como una de las causas estructurales de la crisis contemporánea. Las denominaciones pueden variar, pero el "capitalismo" en su fase contemporánea, enfrenta una de las crisis más agudas de su historia ("nuestro sistema", "capitalismo Kill Bill", "globalización neoliberal", "capitalismo global", "Estado burgués", etc.). Además, reconocer como el malestar con este modelo ha desatado estallidos sociales de grandes magnitudes, posiblemente desde el año 2011 o anteriormente, a escala planetaria. La fase capitalista de acumulación neoliberal ha sido una catástrofe para la mayoría de la humanidad y para todos los seres de la naturaleza.
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