Filosofía europea en el cruce de caminos ante el desafío de la pandemia (II)
Sergio De Zubiría Samper
Profesor
Departamento de Filosofía Universidad de los Andes
Docente-Investigador Doctorado en Bioética
Universidad El Bosque
La intensidad de la polémica en la filosofía europea y norteamericana se desmesura a partir de ese 26 de febrero, del año en curso, cuando G. Agamben publica su artículo "La invención de la pandemia". Asistimos actualmente a una "infodemia" filosófica bastante difícil de reconstruir en sus trazos principales. Los llamados a recuperar la prudencia, la serenidad y el tempo apropiado para la reflexión filosófica son múltiples.
La respuesta de dos de sus artífices, el pensador esloveno S. Zizek y el filósofo de origen surcoreano B. Chul Han, antes de aplacar el paso, entran en un escenario de evanescencia y obstinación para ratificar sus tesis. En pocos días el esloveno escribe y publica un libro sobre la pandemia con el subtítulo efectista: "El COVID-19 sacude el mundo"; el filósofo Han, aprieta el paso con entrevistas y artículos múltiples en los periódicos del mundo. Pretenden persuadir al "gran público" de la distopía del capitalismo "big data" o de la utopía del "comunismo del desastre como antídoto al capitalismo del desastre" (6 de mayo).
Hemos ubicado tres disensos relevantes: a) La capacidad anticipatoria de la filosofía y la imagen del mundo del porvenir; b) los saberes y campos privilegiados para comprender el presente y desatar las resistencias; c) las tensiones entre análisis tecnocientíficos y comprensiones biopolíticas y bioéticas. Reiteramos como en menos de tres meses de la emergencia de la polémica en el campo filosófico, han surgido nuevos desacuerdos y distintos escenarios, pero también que reconstruir sus trayectorias es complejo.
Entrecruzando caminos sobre los hombros de gigantes
Tendremos que esperar a la senectud de vidas entregadas a la teoría para ajustar la mirada y comprender que la prisa no es buena consejera en tiempos de crisis. Tres voces de importante autoridad intelectual en Europa interpelan esta infodemia filosófica y reorientan los senderos: A. Touraine, E. Morin y J. Habermas.
En ese tono crítico que caracterizó la modernidad ilustrada, A. Touraine evoca aquellas verdades incómodas para el actual filisteísmo europeo. El aparente "pesimismo" de su entrevista tiene escasa recepción en los medios periodísticos; sus afirmaciones son devastadores: en Europa experimentamos una "ausencia de actores sociales", "estamos en el no-sentido", "el vacío", "personas y grupos sin ideas, sin lenguaje. Es el silencio". Aunque reitera que "prefiero centrarme en el presente", sus anticipaciones sobre el porvenir son reveladoras. La primera es: "me extrañaría que en los diez años que vienen no hubiese catástrofes ecológicas importantes". La segunda nos deja perplejos cuando se suponía que la emancipación femenina ya había sido consolidada en el viejo continente: Europa, para el pensador francés, deberá prepararse para una liberación "por medio de las mujeres", porque estamos asistiendo al derrumbamiento de la razón como centro de la personalidad hacia una sociedad del care (de los cuidados). La tercera contiene un relevante contenido ético-político: el destino de Europa se define actualmente en la actitud hacia los migrantes, porque allí detendremos o posibilitaremos el retorno del fascismo.
Las interpelaciones de E. Morin se centran en la experiencia de la crisis, la situación de Europa y el papel de la ciencia en contextos de pandemia. Toda situación de crisis "puede favorecer la imaginación creativa o provocar la regresión", aunque existan tendencias dominantes, entrecruzadas, heterogéneas, etc., nunca existe un destino único o inexorable en ningún ámbito de la vida. En situaciones de crisis cabalgamos al mismo tiempo en dobles y triples escenarios; por ejemplo, en Italia y Francia "me he emocionado" al ver a "personas asomarse a los balcones para cantar juntas el himno nacional o para bailar al ritmo de canciones populares", y al mismo tiempo, la otra cara de la moneda, se incrementan los fenómenos de cierre y angustia, aparece "la necesidad de un chivo expiatorio, a menudo identificado con el extranjero o el migrante". En la "seudoEuropa" de los banqueros y los tecnócratas se han impuesto las "razones financieras" sobre el sentido de lo humano, todos ellos han "masacrado" los ideales del proyecto europeo; nunca como en estos momentos de aislamiento se incrementa la conciencia de la necesidad de los otros. La ciencia en la pandemia puede cumplir un papel importante, "pero no decisivo"; nunca una solución tecnocientífica resuelve los problemas complejos. Además, jamás hay que olvidar su carácter siempre "ambivalente": la ciencia puede estar al servicio del poder y de la guerra o puede ser creativa e imaginativa al servicio de la humanidad.
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